miércoles, 18 de julio de 2012

Cuaderno de Zombitácora XXIX: The last zombie - Dead new world

Portada del primer tomo de la serie "Dead new world"
El mundo del zombie es vasto y dilatado, de eso no cabe duda. Toca todos y cada uno de los palos artísticos que podamos imaginar, y el cómic es uno de ellos. Basta con asomarse un ratito a Internet y decenas de títulos caerán sobre vosotros ansiosos por ser sondeados con fruición. Y ahí es donde entramos nosotros y nuestro particular filtro. En esta ocasión, y volviendo al magnífico registro de la viñeta, os traigo otra recomendación, concretamente de la mano del autor Brian Keene ("Dead Sea", "The Rising", "City of the Dead") y Joe Wight ("First Moon") . Su nombre es “The Last Zombie: Dead New World”. Con la terrible oferta y sobreexposición al cómic de género zombie es fácil caer en la repetición, eso sin tener en cuenta la altura a la que está el listón tras haber leído genialidades como “The Walking Dead” o “Crossed”. No obstante, Brian Keene nos ofrece aquí una alternativa suculenta que bien vale una entrada en el blog.







Brian Keene
En esta serie de cinco tomos editada por Antartic Press, nos ponemos en el pellejo del Dr. Ian Scott, un científico que atraviesa unos Estados Unidos post-apocalípticos en busca de su último rayo de esperanza. ¿Una cura?, ¿Un búnker más seguro? Nada más lejos. Nuestro atormentado doctor se embarca en una cruzada personal desde Colorado hasta Washington para encontrarse con su mujer con la que perdió contacto tiempo atrás durante un proceso de segregación cuyo objetivo era repartir los científicos más brillantes en diferentes centros de seguridad máxima distribuidos por el país. Para ello es ayudado por una comitiva de militares, pertenecientes a las remanentes fuerzas armadas estadounidenses, que son enviados en misión urgente a una base en Washington, debido a la repentina y misteriosa pérdida de comunicación con ella. Efectivamente, se trata de la misma base donde se supone que la mujer del doctor se encontraba a salvo. 





¡Se me disperseeeen...!
Los zombies han llegado, y la mayoría se han ido dejando un mundo patas arriba donde el peligro se divide a partes iguales entre incendios incontrolados, numerosos reactores nucleares expuestos, despiadadas bandas errantes fuera de la ley, animales salvajes e innumerables brotes de enfermedades como el cólera o la disentería fruto del avance implacable de la plaga y el abandono forzado o voluntario de las ciudades. Todo esto sin contar con la propia enfermedad que hizo levantar a los muertos en primer lugar y cuyo máximo acercamiento a su cura es una vacuna creada por el mismo doctor, que mantiene el avance de la enfermedad en estado latente solo durante un breve periodo de tiempo retrasando lo inevitable. 

La cuestión es: si a pesar de todo los peligros que aun asolan el planeta, la situación está supuestamente controlada, ¿por qué el búnker donde se encuentra la mujer del Dr. Ian Scott no responde a las llamadas?, ¿Hay algo peor que un apocalipsis zombie? Y en es caso, ¿de qué demonios se puede tratar? Sobre estas preguntas gira la historia de esta suerte de gobierno estadounidense que cuenta con muchísimas fotos de satélite que aparentemente muestran un panorama libre de amenazas antropófagas, pero que aun así no puede asegurar por completo que los zombies hayan pasado a mejor vida... otra vez

El amor en los tiempos de zombies

Por otro lado, y entrando en el aspecto más técnico de la obra, son dignos de resaltar dos aspectos. El primero es el carácter de los personajes. A pesar de ser una historia plagada de militares y que se desarrolla en un ambiente eminentemente marcial, los personajes se hacen con la confianza del lector desde el primer momento con sus constantes y divertidas intervenciones que intentan imprimir confianza en un Ian Scott asolado y desesperado por encontrar a su mujer. Por esa razón la elección del blanco y negro en este caso es inmejorable, pues imprime un clima de pesimismo por otra parte totalmente comprensible en semejante situación. Por tanto se crea una violenta e interesante pugna entre el intento de los militares que acompañan al doctor de levantar el ánimo del personal y el ambiente sombrío del tradicional monocromatismo. Y el segundo de los matices que quería resaltar es el uso de las viñetas separadas dentro de la misma página. Este recurso no es muy común, pero bien usado puede dotar a la historia del dramatismo que le corresponde. No lo usan en todos los tomos, ni siquiera en todas las páginas, pero en ciertos momentos puedes ver un fondo difuminado sin formas definidas o incluso bloques en un negro estricto en el que flotan las viñetas o en el que directamente se asientan los personajes desambiguandolos en ocasiones completamente de la línea gráfica que se había seguido hasta entonces, logrando así centrar toda la atención en el personaje. Son detallitos que diferencian una obra normal de una obra buena. 

Tal y como el mismo autor nos confiesa en la introducción de cada tomo: “Esta no es una historia sobre la muerte. Es una historia sobre la vida”. Sin duda, siempre habrá nuevas historias que contar en lo que a zombies se refiere, tan solo falta que gente como Brian Keene y Joe Wight se pongan manos a la obra, cojan algo a lo que todos estamos acostumbrados, le den una vuelta de tuerca y engendren algo totalmente nuevo que vuelva a conquistar nuestras entrañas llenas de podredumbre.

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